Imagínense por un instante que la cesta básica mensual de su comida es tres veces más cara que su salario. No hablamos de lujos ni de comidas extravagantes o selectas, si no de alimentos básicos como carne, pescados, verduras, frutas, pastas o legumbres. Imaginen que tienen que vivir en el límite de la pobreza, con un salario de 250-300 dólares y con eso ajustar los gastos de luz, agua, alimentación, sanidad, educación… Difícil, ¿verdad? Imagínense ahora sentirse afortunados por ganar ese dinero.
Esa cantidad es en Nicaragua un lujo. La persona que gana 300 dólares al mes, al menos en las comunidades rurales de Chinandega donde actúa Microwd, es una privilegiada. Y lo que más choca de este país es que, a pesar de estar considerado el segundo más pobre de Centroamérica (solo por detrás de Haití), es un lugar caro para vivir o mejor dicho, para sobrevivir.
El 61% de la población nicaragüense vive en la pobreza
Según datos oficiales, el 61% de la población nicaragüense vive en la pobreza, y el 15% de ella vive en pobreza extrema. La mayoría son campesinos, muchos de ellos jornaleros. Eso significa que el salario de estos es incierto y ni se acerca al mencionado anteriormente, pues dependen de factores como la meteorología, la calidad de la tierra o la variación del precio de los productos. Por ejemplo, un jornalero cuya cosecha ha funcionado como debiera, tendrá suficiente para cubrir su alimentación, basada en lo que se cosecha aquí: frijoles y maíz. Podrá vender una parte o, si se ha producido bastante, podrá hacer acopio y venderlo a un precio más alto cuando falte el grano, para así comprar otros alimentos como arroz, azúcar o, si hay suerte, carne.
«Algunos se alimentan de tortillas de maíz y sal. Es lo único que comen»
Es fascinante ver la forma en que agradecen encontrarse en esa situación, pero aquí la vida no es de color de rosa. El año pasado, las cosechas en el Nancital fueron malas: “algunos se alimentan de tortillas de maíz y sal. Es lo único que comen”, cuenta un jornalero local. En esas malas rachas, se pasa hambre y la pobreza adopta un rostro todavía más triste e injusto. La brecha entre el salario mínimo y la cesta de la compra básica es tan grande que nadie puede permitirse ésta última, que garantizaría una dieta equilibrada, sino que deben alimentarse, día sí día también, con lo mismo: arroz, frijoles, cuajada, plátano, huevo y tortilla de maíz.
Por ponerle cifras a la pobreza, el salario de una profesora de primaria oscila entre 5000 y 6000 córdobas (unos 170-200 euros), mientras que la cesta básica de la compra mensual está alrededor de unas 13.000 córdobas (430 euros). Cierto es que algunos de los alimentos no tienen que comprarlos porque los producen, como es el caso de los frijoles y el maíz.
Amortiguar el impacto de vivir en la pobreza es el pilar de Microwd
Luz, teléfono o medicinas es en lo que ocupan el resto de ese mísero salario. Acabar (o por lo menos amortiguar) el impacto que tanto daño hace vivir en la pobreza es uno de nuestros principales objetivos, por no decir el pilar sobre el que creció Microwd. Uno no se da cuenta del impacto que tienen los microcréditos hasta que o lo ve con sus propios ojos. Las mujeres agradecen la confianza depositada, y nos piden que sigamos confiando en ellas en un futuro que miran con mucha más claridad después de recibir el dinero.
Devolver un dinero a un 20% es para las mujeres de Nicaragua una oportunidad, una bocanada de aire esperanzador para emprender o reforzar sus negocios. Además, es una ganancia recíproca pues el inversor recibe un 8% de interés al cabo del año.
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