Ha sido un día de pocas palabras, sin discursos bonitos y maquillados, esos que tanto abundan en la política y que tan lejos quedan de la realidad; un día en el que, más que palabras, ha habido gestos, miradas, agradecimientos, acciones.
El día 2 de marzo del 2017, los alumnos de preescolar de Las Lajitas, una comunidad rural situada en el noroeste de Nicaragua, han recibido material escolar para que tengan la posibilidad de estudiar y divertirse aprendiendo. Y no ha sido gracias a ninguna medida gubernamental de ayuda contra la pobreza o de apoyo educativo a las comunidades más vulnerables de Nicaragua. No. Se trata de ayuda que viene desde abajo y va para los de abajo: acción directa. Desinteresadamente, filantrópicamente, o como se le quiera llamar a un acto sin ánimo de lucro.
“Se han repartido mochilas, lápices, gomas, cuadernos…”
La iniciativa viene a manos de un conjunto de ciudadanos del País Vasco, orquestadas por Leire Caballero, que han colaborado económicamente para que los niños y niñas de Las Lajitas tengan un cuaderno en el que escribir, colores con los que pintar y demás material escolar necesario para que los peques disfruten de una educación más llevadera y cómoda. El material ha sido entregado en una pequeña aula en la que se encontraban 21 niños y niñas de entre tres y cinco años. Se han repartido mochilas, lápices, gomas, sacapuntas, cuadernos, acuarelas, plastilinas, pinturas y dos balones para que jueguen.
Es triste ver la situación en la que se encuentran comunidades como esta: no tienen ni siquiera aula propia en la que estudiar, sino que la actividad se lleva a cabo en lo que ellos llaman “La casa del profesor”, una pequeña casa que fue construida para que la habitase el educador, pero que por falta de recursos se utiliza como aula. Tampoco disponen de urinarios ni retretes, sino que tanto profesores como alumnos utilizan una sola letrina para hacer sus necesidades. Algunos de ellos sufren problemas de alimentación (su dieta –cuando hay comida- se basa en tortillas de maíz, frijoles, arroz, cuajada y huevo) por lo que es frecuente que no acudan a las clases al sentirse débiles. Incluso en muchas ocasiones son los propios padres los que no quieren mandar a sus hijos a clase en las condiciones mencionadas.
“Las risas de los niños y el brillo de sus ojos al recibir el material escolar es la mejor recompensa”
Es por eso que, al vernos llegar cargados de material escolar, repartirlo entre los alumnos y sacarles una sonrisa, padres y madres nos agradecen con el corazón en la mano la ayuda que les brindamos. Carlos, padre de una niña de cinco años, me dice emocionado: “gracias, de verdad, por esta ayuda. Les esperamos con los brazos abiertos siempre que quieran”. Ese gesto es suficiente para que todo el trabajo haya servido de algo. Un simple y sincero “gracias”. Las risas de los niños y el brillo de sus ojos al recibir el regalo son las recompensas para todas aquellas personas que hemos ayudado al preescolar de Las Lajitas.
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