Diecisiete años eran los que tenía Karla cuando entendió que los sueños se tienen que trabajar, porque si no, se quedan en sueños. Por eso, a esa corta edad, decidió abrir su primer negocio, una empresa de entretenimiento en la comunidad de Champotón. Lo bautizó como “La fábrica de sueños”, en homenaje a ese pensamiento que le hizo empezar.