Nicaragua es uno de los países más pobres de América Latina. A pesar de que la pobreza extrema se ha reducido (vivir con menos de 1.25$ al día), como bien podemos extraer de las conclusiones de los Objetivos del Desarrollo del Milenio, la pobreza ha aumentado considerablemente.
No obstante, tampoco hay que olvidar que Nicaragua es uno de los miembros de pleno derecho de uno de los procesos de integración económica más exitosos de su zona. A pesar de que otros como MERCOSUR o la CAN se han visto condenados al estancamiento, es aquí donde por primera vez en la historia económica una organización internacional como es la Unión Europea, con todas las fases de integración que tiene, negocia con otro proceso de integración, el SICA en Centroamérica. Innegablemente esto y otros impulsos del exterior le han servido para mejorar, dentro de lo que cabe, su situación socioeconómica.
Dentro del contexto de crisis Nicaragua ha conseguido remontar poco a poco en los últimos años. Si nos trasladamos a la década de los 70, Centroamérica estuvo marcada por un clima de violencia y guerra civil generalizada. Más tarde, la década de los 90 dio a luz a la democratización paulatina de la zona y de apertura al mercado internacional. Sin embargo, la situación en la que se encontró fue la de una economía gravemente golpeada por la guerra , atravesando una de las peores crisis sociales de su historia.
Las políticas económicas llevadas a cabo en los 90, teniendo en cuenta que Nicaragua ha conseguido negociar la condonación de parte de su gran deuda externa , se han dirigido a estabilizar la macroeconomía nicaragüense (abandono modelo sustitución de importaciones) y a ajustes estructurales para corregir los ajustes en la balanza de pagos o a mejorar la relación del tipo de cambio (la moneda nicaragüense es el “córdoba”) entre otras cosas. Todas estas medidas han acabado dando sus frutos, y han tenido una repercusión positiva en la sociedad.
Las condiciones de vida de la población ha cambiado debido a las ya mencionadas transformaciones económicas y políticas de los últimos años. De hecho, el “mapa” de la pobreza en este país ha cambiado radicalmente. Aunque se han generado puestos de trabajo, la precaria situación que sufren las condiciones de vida de la mayoría de nicaragüenses han persistido.
Las familias no pobres representan a la mitad de la población, y la otra mitad vive en condiciones de pobreza o incluso de pobreza extrema.
Esto se traduce en que les es imposible satisfacer sus necesidades básicas, de hecho, muchas familias viven en condiciones de hacinamiento o han recibido educación muy básica cayendo incluso en el analfabetismo. También persiste como tónica general la falta de agua potable, de servicios higiénicos, alcantarillado o energía eléctrica. Para este sector de la población nicaragüense las remesas familiares del exterior siguen siendo el sustento primordial.
Si hacemos una aproximación más técnica, Nicaragua al igual que el resto de países de la región centroamericana, se caracteriza por tener un gran porcentaje de población joven. Se calcula que la población entre 0-18 años constituye el 53% del total de la población, y de ese porcentaje, el 58% es menor de 10 años.
La familia promedio a nivel nacional es de casi 6 miembros y la tasa de fecundidad es de 4.6 hijos por mujer. De hecho, la tasa anual de crecimiento poblacional es de 2.9 por ciento, una de las más elevadas del continente. Asimismo, como suele ocurrir en situaciones como esta, existe una migración constante del campo a la ciudad, asociada a oportunidades que no existen en el área rural, a la extrema pobreza rural, la baja disponibilidad de los servicios básicos y la alta incidencia de violencia.
Por ello, Microwd quiere ayudar a romper el círculo de la pobreza en Nicaragua. Para cambiar la situación de todas las personas que sufren diariamente las consecuencias de vivir en un país en el que las posibilidades de la mayoría de la población son tan duras. A través de estas inversiones sociales no solo ganas tú, sino que también estás ayudando a erradicar la pobreza en Nicaragua.
¿Te atreves?