Segunda entrega de las aventuras de nuestra colaboradora Emma Crupaux. Esta vez Emma viaja a las orillas del lago Titicaca para conocer a las emprendedoras que pueblan las pequeñas aldeas de Puno. [Aquí tienes la primera entrega de su blog].
Puno es una ciudad calmada y agradable que domina el lago Titicaca a unos 3.287 metros al nivel del mar. La mayoría de las mujeres que conozco durante mi estancia en Puno viven en el campo, en los pueblos de Capachica, Caracoto, Sillustani, Ayaviri y Buenavista.
El azul denso del lago entra en contraste con el amarillo de los campos quemados por el sol y el frío. Las mujeres de la provincia de Puno viven de la ganadería y de la artesanía. A primera vista parecen algo reservadas, sin embargo me acogen con gentileza y al poco tiempo descubro que son trabajadoras y suelen estar dedicadas a su familia.
Al poco tiempo consigo borrar cualquier barrera cultural
Algunas no hablan castellano, sino Quechua. Gracias a Elisban, el socio local de la zona, conseguimos entendernos. Al poco tiempo consigo borrar cualquier barrera cultural, incluso me prestan uno de sus trajes típicos. Cada pueblo tiene su propio sombrero y las mujeres siguen vistiendo los trajes tradicionales.
Las mujeres viven en pueblos muy pequeños, lo que podríamos comparar a unas aldeas. Prácticamente todas tienen una parcela de tierra donde crían vacas o cultivan cereales. En Perú, se cultiva un número impresionante de variedad de cereales, maíces, quinoas… Las mujeres que se dedican a la ganadería suelen tener unas cuatro vacas. Sacan leche y en ocasiones también producen queso.
Las mujeres de la provincia de Puno son bastante vulnerables
Las que trabajan la artesanía producen gorros, guantes, jerseys en lana de alpaca, vicuña, lama, etc. Todos los productos que confeccionan los venden en los mercados. En la provincia de Puno, cada día, uno de los pueblos organiza una feria. Cuando las mujeres tienen el tiempo y el dinero suficiente para viajar venden sus productos en diferentes pueblos.
Las mujeres de la provincia de Puno son bastante vulnerables: sus actividades no les permiten generar ingresos estables y tienen niveles de vida más humildes que las mujeres que viven en la ciudad. La mayoría tiene luz pero no suelen tener agua corriente sino que se abastecen de agua de un pozo.
El crédito que sacan les permite invertir en su negocio, comprar más vacas o lana, pero también invertir en la educación de sus hijos o comprar lo necesario para fortalecer sus techos o construir casas de piedra en lugar de tierra.
AUTORA: Emma Crupaux.