Hace unos días el periódico El País publicaba un reportaje que indicaba que el 80% de los millennials del mundo occidental no pisarán en toda su vida una sucursal bancaria. Esto puede parecer una revolución en España, puesto que hasta hace escasos años éramos el país con más sucursales bancarias y cajeros por habitante. Sin embargo, es un dato que pasaría desapercibido para la mayor parte del mundo si lo tomamos en su globalidad toda vez que el 60% de la población mundial no tiene una cuenta bancaria.
El formar parte de este porcentaje conlleva múltiples problemas operativos como son: dificultad para mantener ahorros a medio plazo (por las dificultades de custodia del dinero), reducidísimas opciones a la hora de acceder a fuentes de financiación, imposibilidad de rentabilizar el ahorro (mediante depósitos u otras estructuras), dificultad para realizar los pagos/cobros más básicos…
En un escenario nada bancarizado como es el país de Kenia a principios de los años 2000 surgió una iniciativa llamada M-Pesa que buscaba crear un servicio que permitiese a los beneficiarios de microcréditos recibir el dinero y pagar los préstamos de forma más sencilla y cómoda utilizando la red de revendedores de recargas de móviles de una conocida marca de telefonía del país.
Mediante este servicio los titulares podían:
- Depositar y retirar dinero
- Transferir dinero a otros usuarios y no usuarios
- Pagar facturas
El servicio funciona gracias a una red de agentes autorizados. Cuando alguien quiere transferir dinero acude a uno de ellos, que recoge el efectivo y proporciona un código al cliente. Este envía un SMS con el código al receptor de la transferencia, quien recurre a otro agente autorizado, que comprueba los datos y le da en efectivo la cantidad correspondiente
De este modo las Instituciones Microfinancieras (IMF) pudieron rebajar el costo de sus microcréditos, toda vez que sus costes operativos se rebajaron considerablemente al no tener que realizar los pagos y cobros de los préstamos en cada una de las casas o poblados donde se concedían.
Esta iniciativa ya supone un referente en el resto de África subsahariana, siendo replicada ya en otros países como Tanzania, Sudáfrica o Mozambique. De su éxito o su fracaso depende la inclusión financiera de una gran parte de la población del continente, a la que se posibilita nuevas formas de relación con el dinero y de ahorro e inversión.
En Microwd nos encantan todas estas iniciativas que permiten de forma sencilla mejorar la vida de la población con menos posibilidades.
Nuestras prestatarias no tienen acceso a una sucursal bancaria, por lo que el recurso a nuestros microcréditos es la única forma que tienen de obtener financiación a un tipo no confiscatorio.
A fin de complementar nuestra labor, nuestro socio local ADENOCH intermedia en el cobro de los microcréditos, dando a las titulares la posibilidad de provisionar su futuro pago del préstamo, evitando la inseguridad que supone mantener efectivo en sus viviendas, ayudando con esto a mantener ahorros en el medio plazo. De este modo, conectando a inversores españoles con emprendedoras nicaragüenses conseguimos mejorar la vida de personar no tan afortunadas como nosotros.
¿Te unes?