¿A cuántos de nosotros nos han vendido la importancia de tener una carrera universitaria, después trabajar en una gran empresa, ganar dinero y quedarte allí para siempre? Esa la mentalidad de mis padres, mi abuelos y así… Obedientemente seguí sus pasos, me gradué en comunicación y trabajé por muchos años en una gran empresa, pero nunca se acalló en mí esa voz que me decía que tenía que hacer algo diferente. Quería generar valor, que mi tiempo fuese invertido en algo en lo que creyese y me motivase a salir de la cama todos los días.
«Quería generar valor, que mi tiempo fuese invertido en algo en lo que creyese y me motivase al salir de la cama todos los días»
Cuando sentí que era hora, decidí dejar todo atrás, agarré un par de maletas y emprendí un gran viaje hacía la incertidumbre. Me iría a realizar mis estudios de posgrado en el IE Business School, donde había sido previamente admitida. Eso era lo único que sabía, que iría a España a estudiar.
Al graduarme me replanteé nuevamente mi enigma, ¿qué hacer? Seguir el consejo de mis padres, volver al mundo corporativo y quedarme allí para siempre; o por qué no, intentar algo diferente, un poco más osado para quienes me vieron crecer.
Tuve la oportunidad de presentar mi primera propuesta de negocio en el Basque Culinary Center. Quería abrir un restaurante que mezclase comida, arte y educación, así que trabajé incansablemente por encontrar una relación entre ellas tres y la encontré. ¡Ojo nunca sola! siempre con un gran equipo trabajando de la mano. Al presentar la idea, resultó que no era tan descabellada y ganamos la incubadora en esta prestigiosa escuela culinaria en San Sebastián. Boc’Art sigue vigente y continuamos trabajando en ello.
Ese fue mi primer encuentro con el emprendimiento, ¡y me encantó! Lo demás vino solo, empecé a adentrarme en este mundo, rodearme de gente absolutamente apasionada, inteligente con grandes aspiraciones y una energía capaz de mover montañas y supe inmediatamente lo que quería hacer.
Así conocí Microwd, trabajando en un pequeño espacio de co-working. ¿Cuál fue mi primera impresión de este proyecto? Su fundador, un tipo inteligentísimo que tiene ganas de cambiar el mundo ¿y por qué no ser parte de eso? Así me uní a Microwd, una iniciativa que te obliga a pensar rápido, a vender ideas y celebrar cuando alguien las compra.
Tengo que admitir que he descubierto en mí unas excelentes habilidades de venta que nunca pensé que tendría, pero más allá de considerarse una habilidad, lo que más motiva a hablar con gente, salir y contar el proyecto, es el producto en sí. Es creer fervientemente que Microwd tiene un impacto positivo en las personas, que es medible y lo sé porque las señoras en Nicaragua me lo han contado.